La voz de la musa

La musa se descubrió yendo a la cama con una sutil sonrisa, de esas que levantan las comisuras de la boca de manera casi imperceptible, de esas que traes puestas casi sin percatarte de ellas, de esas que sólo provocan los dulces pensamientos...
Y entonces cayó en la cuenta de que fue ese chocolate para el alma, la razón de su sonrisa desvelada.
Y entonces se preguntó: ¿será cierto?..
Porque nunca antes nadie había advertido la capacidad de sus poderes, con tanta claridad; porque a pesar de haber inspirando tantos sentimientos y movido tantas almas, nadie se había atrevido a confesarlo tan abiertamente, a admitirlo ante todos los vientos, ante todas las demás musas, que hoy la veían llenas de envidia y se preguntaban el porqué ella era tan poderosa, más poderosa que ellas.
Nadie, al menos que ella recordara, le había dado, con tal contundencia, el honorable título de musa, nadie le había hecho notar que sus poderes podía generar noches luminosas, días tan alegres, y todo, a la distancia, con miradas que no miran, con su voz, su serena voz.
¿Será cierto que soy yo?, se volvió a preguntar. Y es que le encantaba la idea de ser la musa etérea de esas hermosas palabras. Le fascinaba el misterio y esa perspectiva desconocida de sí misma.
Le encantaba esa nube para soñar, en que todo podía ser diferente.
En medio de esos pensamientos, la sutil sonrisa se dibujo todavía más en su rostro. Cerró los ojos, y se dejó besar en la mejilla por Morfeo. Mañana, será otro día, mañana, la sonrisa seguirá ahí.