Trece años después

Álvaro Ramírez Velasco

Ha llegado ese día. En este año. Trece años después.
Estoy listo ahora para dejarte ir.
Las heridas están abiertas, lo sabes; las has sufrido conmigo todo este tiempo.
Me quedé más de una década instalado en el enojo. La ira por momentos no me ha dejado vivir plenamente.
Yo soy un lastre para ti; tú eres una cadena.
No han cambiado mucho las cosas, aún me lastima tu decisión, tu cobardía, tu silencio.
Pero algo se ha movido ya. Estoy listo.
Todo lo que pensé que era necesario e importante para mí ya no está, o ya no es igual, o simplemente no era como yo suponía. La gente sigue igual y por eso es decepcionante. Yo ya no.
Eso me ha enseñado a dejar que las cosas, las personas, los recuerdos buenos y malos, deben partir un día.
El tuyo ha llegado.
Vete, no estoy en completa paz, pero si no te marchas nunca lo estaré.
Sin embargo, el desasosiego ya no es tan intenso y la calma se asoma más seguido a mi puerta, por eso sé que llegó el momento.
Ya vendrán las lágrimas, los días me traerán las respuestas que dejaste huérfanas.
Hoy, trece años después en el mismo lugar, nos despedimos al fin.
Un día podremos darnos la mano, abrazarnos en la imaginación. Estoy seguro de eso.
Levántate del ataúd, vete a conseguir tu paz. A mí me quedan muchos años por vivir y muchas cosas por hacer.
Te perdono hermano. Tú sabrás cuándo me perdonarás a mí o tal vez ya lo hiciste.
Vete, Kito, ya no podemos andar juntos.
Hoy, trece años después te puedo decir que te quiero y te he extrañado mucho.